La combinación, en principio, puede no sonar muy bien, pero lo cierto es que muchos animales tienen sentidos especializados en detectar campos eléctricos, además de poder generar electricidad propia. Hoy os voy a hablar de muchas curiosidades respecto a ello:
Así, la electrorrecepción es la habilidad biológica para recibir y detectar pulsos eléctricos (pasiva) o también, la de generar sus propias señales eléctricas (activa).
En los mamíferos, esta habilidad es esgrimida por los monotremas, así, los equidnas son un ejemplo de ello, mientras que el equidna de hocico largo (Zaglossus bruijni) cuenta con más de 2.000 electrorreceptores en el hocico, su primo el equidna de hocico corto (Tachyglossus aculeatus) solo cuenta con 400. Ambos pueden localizar lombrices en la tierra gracias a la electrolocalización, si bien el equidna de pico corto, al habitar zonas más secas y menos húmedas, solo puede explotar esta habilidad en días lluviosos.
El otro miembro del orden de los monotremas, el famoso ornitorrinco (Ornithorhynchus anatinus) es quien cuenta con una mayor sensibilidad: 40.000 electrorreceptores son los que contiene su pico, lo cual le permite, junto a la mayor conducción eléctrica del agua, una gran precisión, encontrando a sus presas en el fangoso fondo de los ríos que habita. Los electrorreceptores se encuentran en hileras rostrocaudales y están íntimamente relacionados con los mecanorreceptores que nos permiten detectar el tacto, lo cual podría indicar que el sentido del tacto y la electrorrecepción están ampliamente relacionados, o incluso «fusionados», en estas especies.
Como os decía, esta habilidad es más común en animales acuáticos gracias a que el agua es un excelente conductor de la electricidad. El océano sigue siendo objeto de enormes misterios; así, los tiburones y rayas poseen las ampollas de Lorenzini, las cuales están en contacto directo con el agua, detectando la diferencia de voltaje que existe entre el poro externo de la piel y la base del canal, el cual está lleno de gel. Esto es vital para la caza de presas, especialmente en sus etapas finales del ataque.
Los tiburones tienen la mayor sensibilidad eléctrica del mundo animal, pudiendo detectar señales eléctricas de 15.000 millonésimas de voltio. De hecho, se cree que también podrían utilizar este agudo sentido para orientarse respecto al campo magnético terrestre mediante su propio campo eléctrico y el de las corrientes marinas. Curiosamente, esto está siendo utilizado para desarrollar «espanta-tiburones» en nuestro país.
Por otro lado, las anguilas eléctricas (Electrophorus electricus) poseen otra habilidad conocida como electrogénesis; esto es, simplemente, lo que ya todos sabemos: Producen descargas eléctricas. Los responsables de dicha habilidad son las electroplacas, células musculares modificadas y células nerviosas. La anguila eléctrica posee unas 6.000, lo que permite que pueda dar descargas de 600 voltios contra sus presas. Además, puede modular la producción de electricidad, realizando pulsos de apenas 10 voltios para navegar y detectar presas, por lo cual también posee electrorrecepción, habilidad que comparte con otros Gymnotiformes.
Y hablando de electrorrecepción, de nuevo tenemos que volver a esta habilidad, ya que recientemente se ha descubierto que otro mamífero posee esta habilidad. Y no es otro que el delfín. Estos animales poseen criptas vibrisales, las cuales se consideraban vestigios evolutivos de las vibrisas, esos bigotes que poseen los gatos y otros mamíferos (focas, perros, roedores…) a modo de detectores táctiles.
Pues bien, ya en el año 2000, Guido Dehnhardt descubrió que dichas criptas tenían mayor temperatura que el resto de la piel del delfín, ergo poseían un rico flujo sanguíneo, algo raro para un vestigio desechado por la evolución. Recientemente (2011, pero bueno, me gusta lo vintage), un grupo de la universidad de Hamburgo descubrió que, al menos en el delfín costero (Sotalia guianensis), dichas criptas son en realidad electrorreceptores aún más sensibles que los del ornitorrinco, pero que no son rivales, ni de lejos, para las ampollas de Lorenzini de los escualos. Esta habilidad podría ser especialmente útil para distancias cortas, mientras que la famosa ecolocalización de estos cetáceos es más eficaz para mayores distancias; vaya, parece que a los delfines no les basta con «6 sentidos» que ahora van a por el séptimo.
Como siempre, os animo a compartir el post y a dejar comentarios en el blog si os ha gustado. El objetivo de la página es la divulgación científica y educación ambiental sin ánimo de lucro! Sin duda, aprender lo increíbles que pueden ser estos animales nos hace respetarlos más; un salu