El valor de una infancia primate

Una gran parte de los animales necesitamos ayuda de nuestros progenitores a la hora de sobrevivir durante los primeros meses de vida en mayor o menor medida.

En la mayoría de casos, este apoyo se reduce a los cuidados durante la lactancia; sin embargo, la relación con nuestros progenitores en el caso de los primates es una de las más estrechas del reino animal, prueba de ello son los múltiples casos de luto de madres que pierden a sus crías

Y es que mientras que muchas especies de animales pasan a gran velocidad del destete a la madurez sexual, los primates poseemos una infancia y un período juvenil largos y vitales para nuestra subsistencia futura.

La «lenta» vida de los primates

Es importante señalar que en comparación con el resto de animales e incluso de mamíferos, los primates poseemos uno de los ciclos vitales más lentos del reino animal, y por ende, la infancia primate es de las más largas. Tenemos pocos hijos y tardamos en tenerlos, tardamos en crecer, en madurar sexualmente, en aprender a desenvolvernos; en definitiva, los primates vivimos «lentamente».

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Fotografía de Paul Souders

Los primates tenemos menos crías que otras especies animales, pero también invertimos mucho más tiempo en cada una de ellas: por ejemplo, un chimpancé apenas llegaría a las siete crías en toda su vida —algo que ya es raro— frente a las miles que puede tener una coneja.

El destete también tendrá enormes diferencias —dejamos de mamar, que no de depender—, mientras que un conejo deja de mamar a las tres semanas, un chimpancé lo hará a los cinco años.

Además, nuestros períodos de aprendizaje y socialización previos a la madurez sexual son mucho mayores que en la mayoría de especies de mamíferos, lo que aumenta los períodos críticos de aprendizaje: Sí, eso que sale en las películas de que los patos creen que lo primero que ven es su padre —bendito Konrad Lorenz seguido por decenas de patos—, en nuestro caso es un período mucho más largo.

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Fotografía de Eugenio Fernández

Y es que los primates no solo tenemos un destete alargado, también tenemos una infancia primate, es decir, un período juvenil previo a la madurez sexual, mucho mayor que en otras especies. Por ejemplo, los bonobos y los humanos prácticamente compartimos la edad a la que podemos reproducirnos por primera vez.

Durante esta etapa juvenil estableceremos lazos sociales, no solo con nuestros progenitores, sino con otros miembros del grupo. Las relaciones entre primates son la principal forma de aprendizaje frente a un componente mucho más instintivo en otras especies.

De hecho, no debemos olvidar que la relación con nuestras madres no es la única que importa. Padres, hermanas y otros miembros del grupo también participan en la infancia primate de muchas especies: mientras que los hermanos de algunas especies de mono tití son vitales para la crianza, los padres de macaco de Gibraltar participan activamente en ella de igual manera.

Tenemos pocos hijos y tardamos en tenerlos, tardamos en crecer, en madurar sexualmente, en aprender a desenvolvernos; en definitiva, los primates vivimos «lentamente».

Las madres de alambre de Harlow

La importancia de esta relación y de estos períodos es de sobra conocida, gracias a varios experimentos realizados entre los 60 y 70, que evidenciaron las numerosas consecuencias de la privación de estímulos y relaciones durante estas etapas.

En estos experimentos, que hoy en día son considerados una de las mayores torturas a las que hemos llevado a nuestros primos, Harlow demostró en su laboratorio de la universidad de Winsconsin que la privación de contacto con otros primates y particularmente con sus madres producía efectos muy dañinos en estos monos.

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Fotografía de los experimentos de Harry Harlow

En el laboratorio de Harlow, los macacos podían verse unos a otros pero no podían tocarse al estar separados por cristales. El aislamiento de sus madres nada más nacer y de sus compañeros producía autolesiones y estereotipias varias, pero es especialmente trágico uno de aquellos experimentos.

En uno de los estudios, los infantes tenían dos «madres» para escoger: una de ellas era de alambre y tenía un biberón, mientras que la otra era de fieltro y tenía un lejano, relativo e insultante parecido a un mono.

En la mayoría de los casos las crías elegían a la madre de fieltro que no les proporcionaba alimento y se aferraban a ella, aunque eso les hiciera pasar hambre; para hacernos una idea, Harlow llegó a aislar a crías de primate hasta incluso dos años.

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Fotografía de los experimentos de Harry Harlow

Por desgracia, los experimentos realizados en este laboratorio eran numerosos; uno de ellos fue llamado pozo de la desesperación y consistía en introducir a los pequeños monos en una cámara de acero en total soledad durante semanas. Este aislamiento causaba enormes traumas en los pequeños primates.

Los monos terapeutas de Harlow

Tras salir del pozo de la desesperación, se les asignaba un mono terapeuta, que no había sido criado en estas condiciones, el cual ayudaba a los animales que salían del pozo a recuperarse —en un estado emocional lamentable— a través de grooming, abrazos y en definitiva, relaciones sociales.

Aún así, los monos terapeutas no serían 100% efectivos en los casos de aislamiento más graves, dado que parte del desarrollo final del cerebro de los mamíferos es post-parto, y el tremendo estrés que sufrieron estos animales puede incluso afectar a la maduración del sistema nervioso.

Los estudios de Harlow también demostraron que aunque la relación con las madres era vital, la compañía de otros primates de la misma edad era más que útil para que los monos aislados salieran de su trauma.

Fotografía de Gorilla Doctors

Una de las consecuencias más conocidas de los experimentos de Harlow fue el cambio en el trato a los bebes internados en hospitales y hospicios, que desarrollaban problemas de comportamiento similares al estar faltos de contacto y afecto, entrando en juego las casas de acogida.

Actualmente, también numerosos primates huérfanos se benefician de estos descubrimientos —y del sentido común de gente con empatía hacia otras especies— y los grandes simios que se quedan sin madre debido al tráfico ilegal o al bushmeat son criados por matronas.

Aunque es parte de su condena, gracias a este período alargado de aprendizaje a través de juego e imitación, muchos de estos santuarios y proyectos han conseguido que estos huérfanos puedan vivir en semilibertad. Por desgracia, muchos son recuperados en la edad adulta, tras un gran proceso de humanización.

Infancia primate y habilidades sociales

Uno de estos santuarios es el conocido Lola ya Bonobo, en la República del Congo. Allí, Zanna Clay y Frans de Waal realizaron un estudio que recuerda al de Harlow, pero que fue radicalmente más ético. 

Y es que por suerte o por desgracia, ya no hay que torturar animales para estudiar estas cosas, porque se rehabilitan cientos de ellos que ya han sido traumatizados, no por el bien de la ciencia sino por el egoísmo humano.

En el caso de los bonobos, entre otras cosas se estudió como estos primates se consuelan unos a otros, de forma similar a los «monos terapeutas» de Harlow, de enorme utilidad ante huérfanos que han visto a sus padres ser masacrados.

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Fotografía de Thomas Lohnes

Se observó que si bien los bonobos jóvenes eran más empáticos, la mayor diferencia era entre los huérfanos y aquellos que habían sido criados por su madre: Los bonobos que habían sido criados por su madre eran tres veces más dados a consolar a otros bonobos; mientras que en muchas ocasiones, la respuesta de los huérfanos era unirse al llanto o evadir la situación.

También se comprobó que los simios huérfanos eran ligeramente más dados a continuar llantos o rabietas y eran menos capaces de controlarse y relajarse; pero uno de los resultados más chocantes es que los huérfanos juegan con otros la mitad de tiempo que los bonobos criados por sus madres, que tenían hasta tres veces más amigos.

Orphan chimpanzee Kindu. Image courtesy of Lwiro Primates. www.lwiroprimates.org
Fotografía de Lwiro Primates

Por supuesto, una maternidad deficiente puede tener también malas consecuencias para las crías aunque estas no sean huérfanas. Es por ello que en muchos centros las matronas no solo sirven para cuidar huérfanos, sino para que las madres aprendan a cuidar a sus crías.

Un ejemplo de esto es la torpeza o incluso maltrato que algunos macacos rhesus realizan sobre sus crías, que parece estar directamente relacionado con las experiencias tempranas de las madres.

Los bonobos que habían sido criados por su madre eran tres veces más dados a consolar a otros bonobos; mientras que en muchas ocasiones, la respuesta de los huérfanos era unirse al llanto o evadir la situación.

No robemos más infancias

Este tema que hemos tratado es para mí uno de los principales argumentos que nos puede ayudar a concienciar contra la explotación de primates en diversos ámbitos donde se les priva de estos estímulos tan necesarios.

Especialmente en el mascotismo, pues tal vez demasiadas especies pueden ser mascota en nuestro país, y los primates sean los primeros a los que debemos blindar de esta amenaza, y alejarlos de nuestras casas.

Por desgracia, para que un primate actúe en el cine o sea tu feliz mascota, es necesario arrebatarle estos períodos críticos de los que hemos estado hablando: lo cierto es que cientos de personas siguen emulando inconscientemente los crueles experimentos de Harlow, otro peligro de no entender a los animales.

El aprendizaje con miembros de su especie es sustituido por el aprendizaje humano: en el peor de los casos, la falta de cuidados puede llevarle a la misma tortura a la que les sometió este científico americano.

En el mejor de los casos, estaremos humanizando a este animal, y estará condenado a carecer de las habilidades sociales que necesita uno de estos animales para tener una vida digna.

Y es que la mayoría de estos animales acaban siendo abandonados, y la rehabilitación se hace cuesta arriba y muy complicada, pues no sabrán comportarse entre los de su especie.

Porque cuando fomentamos su uso en películas o los compramos por internet, les estamos robando muchas cosas: les robamos su lenguaje, su personalidad silvestre y su infancia. Por suerte, existen cientos de centros tanto en España como en otras partes del mundo que intentan reparar los daños del ser humano en las mentes de estos animales.

Igualmente, el aislamiento de estos animales para dar facilidades en la experimentación animal es también uno de los temas más graves a este respecto, y debería preocuparnos más los estímulos sociales y ambientales que tienen estos animales que la propia experimentación en sí.

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Fotografía de Eugenio Fernández

Los primates somos un grupo de animales muy particular: mientras que una tortuga verde nunca conocerá a su madre y nacerá a cientos de kilómetros de ella, una cría de orangután pasará pegada a su madre cinco años. 

Y mientras que muchas especies pasarán años en soledad, cruzándose solo con otros individuos de su especie para copular, nosotros somos animales sociales que no podemos renunciar al contacto con otros: el aislamiento y la humanización se convierte, para los primates, en uno de los más duros casos de maltrato animal.

Somos un grupo de animales con el privilegio de una infancia que nos permite descubrir el mundo con inocencia y sin prejuicios. Atesoremos los recuerdos de la infancia que nos hacen hoy quienes somos, y recordemos que ocurre de igual manera con otras especies.  Y es que tal vez respetar la infancia sea otro «deber con la fauna silvestre» que estamos obviando.

 


 

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La biología tras «Tarzán», de Disney

La adaptación animada de Tarzán realizada por Disney es una obra maestra de la animación, además de una de mis películas favoritas. Si El Rey León fue la película con la que más desgaste el VHS, Tarzán es una de las primeras películas que recuerdo haber visto en el cine. Así que ya iba siendo hora de hablar de ella y de gorilas, selvas y demás historias.

Dos mundos

La historia de Tarzán se mueve entre gorilas y humanos, entre civilización occidental y África, entre «Dos Mundos», y de hecho, con ese tema comienza la película.

Una familia sobrevive a un naufragio y comienzan a construir una nueva vida en algún punto de África, mientras que una afectuosa madre de gorila y un espalda plateada, Kerchak y Kala, crían a su retoño de gorila.

El mundo de Tarzán es África. En concreto, el equipo de Tarzán viajó a África Central (Uganda y Kenia), y el Bosque Impenetrable de Bwindi (Uganda) fue una de sus mayores inspiraciones para el equipo, según revela el director artístico de la película, Daniel St. Pierre.

Arte de la película – Obra de Paul Felix

Este bosque es uno de los últimos hábitats del gorila de montaña (Gorilla beringei beringei), que inspira a la familia adoptiva de Tarzán y que el propio equipo observó en su hábitat, realizando bocetos y fotografías de su anatomía y movimientos.

Los gorilas son grandes simios apacibles, que viven en familias lideradas por un macho, formando un harén. Este macho posee un cráneo alargado debido a su prominente cresta sagital, que permite un enorme desarrollo de la musculatura mandibular.

A partir de los 12 años aparece un halo plateado que categoriza al animal como espalda plateada. Toda esta carga social y estructura anatómica se representa a la perfección en Kerchak, líder de los gorilas en la cinta de Disney.

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Arte de la película – Obra de Dominique Monfery

Durante este comienzo se va narrando esa historia paralela, en la cual Sabor, una hembra de leopardo (Panthera pardus pardus), es quien acaba con los padres de Tarzán, y a su vez con el hijo de Kala.

Aunque el leopardo suele optar por presas más fáciles, si se ha registrado predación sobre crías de gorila. Kala llorará su pérdida, y su destino se acabará cruzando con Tarzán, al que adoptará tras visitar la casa del árbol que fabricaron sus padres. (El luto en gorilas no es antropomorfismo Disney, es una realidad).

En mi corazón vivirás

Con la canción «En mi corazón vivirás» se introduce uno de los temas principales de la película, y es la propia lucha interna de Tarzán, a medio camino entre esos dos mundos. Conforme Tarzán crece, se da cuenta de que no encaja del todo en el grupo de gorilas.

Imagen de la película – Tarzán, de Disney

Ello le llevará a provocar una estampida de elefantes para ser aceptado por el grupo de Terk, la joven gorila que se acabará convirtiendo en la mejor amiga de Tarzán. La estampida se debe a que el pequeño Tantor y otros elefantes africanos (Loxodonta africana) confunden a Tarzán con una piraña. «No hay pirañas en África»…con esta frase comienza la genial escena (Más que cierto, en África el equivalente es el pez tigre).

Y por cierto…¿Por qué los elefantes de la película son rojos? Lo cierto es que los elefantes de ciertas regiones de África (como algún que otro parque de los que visitó el equipo) adquieren este color al darse baños de barros con arcillas.

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Boceto de la película – Obra de John Ripa

Volviendo al tema central de esta canción, Tarzán se empieza a dar cuenta de que no es como el resto de gorilas, y durante la canción de Kala reaparece la analogía de las manos, la cual permite exteriorizar ese conflicto de Tarzán y que se repite varias veces en la película. Durante la canción tenemos el cameo de otros primates, como gálagos y lemures (que solo viven en Madagascar, pero se lo perdonamos).

Hijo de hombre

La canción «Hijo de Hombre» representa el crecimiento de Tarzán y su adaptación a la vida como gorila; Tarzán encuentra su sitio en la sociedad de estos primates, y es capaz de usar herramientas y desplazarse de forma ágil por la selva.

Este cambio se nos muestra de una forma muy dinámica, y es a través del movimiento de Tarzán. Y es que el movimiento del protagonista es digno de estudio. A su particular surfeo arborícola, se le añaden formas de desplazamiento de otros primates.

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Arte de la película – Obra de Glen Keane

Por ejemplo, los gorilas se desplazan a cuatro patas, apoyando los nudillos. Tarzán hace lo mismo, y de hecho, los ilustradores han hecho que los nudillos de Tarzán se adapten a esta forma de desplazamiento.

Pero Tarzán también es capaz de desplazarse por braquiación. Una forma de desplazamiento llevada a arte por los gibones, que otros grandes simios podemos hacer de forma más torpe. Los más torpes sin duda son los gorilas, principalmente por su peso.

Ello le da a Tarzán una ventaja, al poder desplazarse entre las lianas junto a grupos de colobos (Pedazo de cameo!). Por eso vemos esa tremenda diferencia entre la capacidad de movimiento de Tarzán y el resto de su familia.

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Imagen de la película – Tarzán, de Disney

El equipo de la película estudió el movimiento de muchas más especies, que sirvieron de inspiración para un protagonista más salvaje. Gacelas, orangutanes, felinos e incluso camaleones fueron inspiración de los movimientos de Tarzán.

Como ya comentamos, el equipo viajó en 1996 a Kenya y Uganda. Ello les permitió ver a algunas de estas especies en su hábitat natural, visitando Amboseli y Masai Mara. Aunque los protagonistas son los gorilas, tuvieron la oportunidad de observar bastante mejor a los chimpancés, primates que no salen en la película.

Arte de la película – Obra de Glen Keane

Y es que el equipo visitó el santuario de chimpancés Sweetwaters, donde pasarón horas observando a estos animales. De hecho, la escena de Jane jugando con tres gorilas es directamente una de las experiencias que vivió Kevin Lima en el santuario con tres huérfanos.

Volviendo a la peli, llega el momento en el que Tarzán se siente al fin plenamente aceptado como gorila. Para ello, debe derrotar a Sabor, que retorna al territorio de los gorilas años después. En esta pelea, Tarzán se refugia entre las raíces de un gran árbol, que Sabor va destruyendo a zarpazos, dejando pasar rayos de luz. Es otro tema interesante de la película, resumido en palabras del propio director:

«En el curso de la película, durante cualquier amenaza, como las apariciones de Sabor, hay una fuerte luz. Cuando conocemos a Clayton, está cortando bambú y dejando que la luz rompa la profundidad del bosque. Son dos mundos distintos: El frondoso hábitat de los gorilas frente al mundo bañado por la luz de los humanos»

-Daniel St. Pierre-

Para los gorilas, la seguridad se encuentra tras la maleza del bosque impenetrable de Bwindi. Sin embargo, para nosotros la seguridad se encuentra bajo las luces de las farolas o entorno a fogatas y antorchas. Y al final, es lo que hacemos con las regiones más salvajes del planeta: Convertimos los hogares de otras especies en espacios abiertos, con menos refugios y más luz, haciéndolos peligrosos y desconocidos para ellos.

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Imagen de la película – Tarzán, de Disney

Desbaratando el campamento

Un grupo de ingleses liderados por Arquímedes Q. Porter, naturalista británico, desembarca en la región. Más adelante, habla a Tarzán de coetáneos suyos como la Reina Victoria, Kipling o el mismísimo Darwin. Por tanto, podemos fechar la película en finales del siglo XIX (¿Estás flipando con el nivel de frikismo con el que me he tomado esto, eh?).

Arte de la película – Obra de Harald Siepermann

El profesor Porter viene acompañado de su hija Jane, y del cazador Clayton, que hará de guardaespaldas de la pareja de investigadores. El viaje pretende demostrar la teoría del profesor Porter, que los gorilas no son bestias irracionales, y por contra forman familias y son seres sociales. 

En esta época, se conocía ya a los chimpancés, pero el gorila acababa de ser descubierto a través de cráneos y esqueletos, y se especulaba con la existencia de chimpancés gigantes de aspecto aterrador, convirtiendo al gorila en un exótico monstruo.

Durante la película se nos harán varias referencias a los inicios de la zoología de campo. Tarros con insectos, nombres científicos enunciados por el profesor o referencias a la propia biología de los gorilas. Ver a los Porter maravillarse por comportamientos reales de los gorilas, como la realización de nidos o el grooming (acicalamiento), es maravilloso.

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Imagen de la película – Tarzán, de Disney

Uno no puede evitar sonreír al ver como en la ficción estos personajes se adelantan cien años a Dian Fossey en sus investigaciones. Y más cuando Jane Porter parece un guiño a esas primeras investigadoras que pisaban África para cambiar nuestra percepción del mundo natural.

La propia Jane Goodall confiesa los libros de Tarzán como una inspiración para ir a África, y aunque es rebuscado y seguramente no intencionado, parece que la cinta animada intenta devolver el guiño a la labor de estas mujeres.

Imagen de la película – Tarzán, de Disney

Jane se encontrará con Tarzán muy pronto, tras ejercer un poco la ilustración científica y provocar a un grupo de lo que parecen papiones/mandriles. Mientras, Tantor, Terk y el resto de jóvenes gorilas descubren el campamento de los Porter y lo arrasan a través de experimentación musical, ideado por Phil Collins (como toda la maravillosa BSO de esta película) y titulada «Desbaratando el campamento».

Lo extraño que soy

El encuentro de Jane y Tarzán desembocará en varias visitas al campamento de los Porter, en las cuales Tarzán saciará su sed de conocimiento a través de las antiguas imágenes de un proyector y la canción «Lo extraño que soy«, que tratará de narrarnos como Jane y Tarzán descubren el mundo del contrario y se terminan enamorando.

Captura de la película – Tarzán, de Disney

Mientras, Clayton intentará que Tarzán revele la localización de los gorilas. A estas alturas del film, no cabe duda de las intenciones perversas de este sujeto. Como experto cazador, su intención no es otra que cazar a estos primates para exhibirlos como bestias, algo que justo comenzaba a hacerse en Europa.

De hecho, el primer gorila exhibido en Europa fue en 1880. Y sería el primero de muchos, de los cuales gran parte murieron o fueron protagonistas de pintorescas historias de depresión que comenzaron a llamar la atención de europeos y americanos.

Nuestros primeros escarceos con animales salvajes en tierras lejanas no suelen tener buenas intenciones. A la caza furtiva se le sumó la exhibición itinerante o en centros comerciales y parques, acabando en la construcción de las primeras casas de fieras.

Tarzán terminará por enseñarles la localización de los gorilas, que maravilla a los Porter y da a Clayton la oportunidad de localizar los nidos. Y es que nuestros protagonistas intentarán marcharse juntos a Reino Unido, pero antes de que ocurra se hace efectiva la traición de Clayton, que comienza el intento de cazar a los gorilas, que se saldará con la muerte del propio Clayton (de las más gráficas de Disney) y el fallecimiento de Kerchak (NOOO!).

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Arte de la película – Obra de Paul Felix

La caza furtiva es una de las mayores amenazas de esta especie durante el pasado siglo; Dian Fossey luchó contra esta lacra hasta el punto de que hay serias sospechas de que su asesinato tuviera que ver con esto. Actualmente los gorilas de montaña están fuertemente protegidos gracias a ella y otros conservacionistas.

Hay muchas cosas que me gustan de esta película. Creo que Disney llevaba mucho tiempo cayendo en ese torpe antropomorfismo de ciervos y petirrojos poniendo la mesa, y fue saliendo poco a poco de él. En El Rey León vemos luz al final del túnel, y Tarzán nos muestra en su mayoría una «buena» humanización de los animales.

Y es que la cinta consigue defender la importancia de la familia, independientemente de si esta es biológica o no, a través de la relación entre gorilas y humanos. Una relación que no esta exenta de barreras y problemas, pero que tiene gran parte de realidad. Y ha permitido que muchos creciéramos soñando con gorilas, leopardos y selvas en nuestra niñez. 

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Cartel de la película – Tarzán, de Disney

Me voy no sin antes recordaros que es la tercera película de animación que analizo desde este punto de vista, así que echadle un ojo a El Rey León o Buscando a Nemo. Si se os ocurre alguna más, dejadla en los comentarios. Os remito al facebook del blog y el resto de redes. Nos leemos!